HACIA UNA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LOS ESTUDIOS LITERARIOS COMO ESTRATEGIA DE LA VALORACIÒN Y RESURGIMIENTO DE LA CREATIVIDAD
Por: Nicolás Hidrogo Navarro
hacedor1968@yahoo.es
I:- Problema comunes: lectores, metodologías, currículo y cultura literaria
Si la literatura capitalina se encuentra en franca agonía editorial y flaqueza de lectores, aún más será la provinciana: lo poco que se produce representa una inversión a pérdidas y una aventura de inversión de imagen “para que sepan que somos poetas o narradores”.
En el Perú el promedio de lectura se ha venido reduciendo silenciosamente desde la década de los 70 que era de 3.7 libros al año; en los 80 , 2.3 libros al año: en los 90 a 1.9 libros; al 2000 a 0.79 libros de lectura anual per capita.
Los métodos de fomento y promoción lectora no han dejado de ser los mismos: lectura silenciosa, exigencia condicionada por una nota académica y hasta la instauración de la hora de la lectura obligada en el aula, obedeciendo a los decretos de urgencia educativa por insolvencia y último eslabón en la cadena de comprensión lectora a nivel mundial declarados por la UNESCO desde el año 2001.
Los diseños curriculares a partir de los 2000 incorporan el componente de comprensión y producción de textos, sin embargo se dijo y consigna el QUE, pero no el CÒMO. Los docentes se debaten en una serie de contradicción de capacitaciones y descapacitaciones, si primero deben los alumnos aprender a escribir caligráfica y ortográficamente a leer o a comprender o a crear. Confundidos en su babel metodológica no se dan cuenta que ya casi no quedan lectores voluntariosos y los pocos creadores que se presentan en los concursos internos de juegos florales sólo lo hace o motivados por una nota, un prestigio del ganar algún premio o reconocimiento personal, pero no se comportan como creadores incondicionales, sino como fugaces escarceadores y diletantes que al poco tiempo migran hacia sus opciones auténticas y motivadas por el prestigio social y el ascenso económico.
El porcentaje de creadores natos o condicionados o motivados en promedio en los centros educativos tanto públicos como privados es de cada 100 alumnos sólo hay dos en el nivel secundario; en el nivel de formación universitaria o tecnológica de cada 100 estudiantes de pre-grado sólo hay 0.6 que finalmente se está inclinando manifiestamente por producir literatura. Los creadores en colegios y universidades son aves raras y con tentaciones fugaces.
Los padres de familia raramente están de acuerdo que sus hijos o se dediquen a la poesía o narrativa como asunto principal, sólo permiten que sea un apéndice o como un pasatiempo, y muchas veces cuando en los pedagógicos o universidades dedican o muestra una inclinación por la literatura, son severamente amonestados o amenazados de quitarles todo ayuda, porque ser poeta o narrador o estas loco chiflado o quieres morirte de hambre.
En el Perú se produce sólo unos 90 títulos de libros literarios anualmente y a nivel nacional; en provincias sólo se produce un promedio de entre 15 a 35 títulos, predominantemente poesía en un 80% y un 20% en narrativa (entendido por libros convencionalemte según UNESCO a todo texto superior alas 49 páginas).
De los 280, 000 maestros que ocupa el Ministerio de Educación a nivel de toda la República , unos 27,000 son maestros de Lengua y Literatura y de este porcentaje sólo un 8% son docentes creadores (publicadores de libros, investigadores, promotores culturales y que coejercen laboral docente con proyección poética o narratològica o crítica literaria.
Esta realidad nos dice que no es cierto el mito urbano que la gente no lee porque los libros sean caros, pues ni aún cuando sean baratos no hay un mercado habitual sino coercitivo: el alumno compra una obra porque se le exige, no por libre albedrío porque tenga germinando la imperiosa necesidad de leer de mutuo propio.
Otro mito: una venta de éxito editorial no garantiza necesariamente que el que compra el libro lo lea: o lo compra por recomendación, por tenencia como elemento decorativo o por moda y prestigio cultural. Hay libros muy hermosos e intactos en bibliotecas que cumplen sólo una función adornativa antes que enriquecedora de cultura lectora.
II.- La crítica literaria una necesidad para formalizar la valoración literaria.
De cada 10 libros presentados sólo uno es hecho con un rigor crítico hermenéutico, pragmático o deconstructivo y hecho por especialistas. Los 9 restante son hechos por amigos más inflados de biografismo y coheterìa artificial que con un rigor y veracidad interpretativa. Tenemos temor enfrentarnos a la crítica literaria y buscamos a un amigo bonachón que nos edifique un castillo de ditirambos donde el embase resulta más grande que el propio producto. Este autoengaño es un síntoma de inmadurez literaria y trazar caminos fofos por terrenos pantanosos sin un crecimiento y desarrollo cualitativo: sólo es hacer un monumento a la vanidad, el ego y una seudoautoestima. Se hace necesario que los estudios literarios constituyan un socio estratégico que permita construir una cultura de calidad creadora y sostenible en el talento y no en la mera cursilerò o huachafería.
Sin crítica un libro nos trasciende, no crece, no perdura, la crítica es una prueba de consistencia del producto, es una puesta al mercado d e un producto validado que resista la misma crítica del gusto del público lector común y corriente.
III.- El oficio vano y ser sutano de la literatura
Casi nadie vive exclusiva y económicamente de la poesía en el Perú. Ser poeta o narrador no es una profesión, sino una ocupación pasionalmente curtida y febrilmente romántica, un estilo de vida marginal: no vamos a la universidad ni avizoramos el futuro antorchado y engomado de poemas como largas avenidas vitoriosas –una vez comprometidos- para morirnos de hambre suicidamente con toda nuestra parentela. La disyunción es o te entierras werthianamente al ritmo de sonatas poéticas con tu estandarte de la poesía en ristre o haces de ella una afición ocasional de apéndice, viernesra o tertuliera cada vez que se puede. O haces de la poesía un templo cotidiano donde todos los días oficies misa poiética o la pegas de un parroquiano que acude a ella cada vez que tengas necesidad catárquica de soltar la represa contenida de tus metáforas.
Nadie compra en el Perú un libro sino es por obligación de requisito académico –escuela, colegio-universidad- o recomendación ex-profesamente estética y de y para especialista y de pasión motivacional de algún autor ya conocido. Hay un agónico y decadente mercado de lectores, no de libros (poseer o comprar un libro no significa necesariamente haberlo leído o pretender leerlo: puede ser un acto decorativo o fetichista). No se puede medir ni equiparar, entonces, un éxito editorial o de gran tiraje, como una ganancia de lectores: un mismo libro debería tener muchos lectores y no sólo un lector para muchos libros.
IV.- LA AGONIA DE LA LITERATURA
El sueño ideal de un organizador de un evento es que sus invitados sean todos más uno, que estén sentaditos y concentrados como hipnotizados, que los objetos y sujetos estén media hora antes y que todo esté sincronizado sin que falle ni una palabra, ni un equipo ni que ningún percance empañe la actividad y que nadie se mueva desde principio a fin: ilusorias, que participen oportunamente y no sean un simples convidados de piedra.
En ciudades como, de las cuales tenemos conocimiento sobre el quehacer literario –donde no medie el certificado, el ofrecimiento de una comilona o un tonel de algo espirituoso, como gancho tentador y condicionante-, Trujillo, Arequipa, Cusco, Ferreñafe, Huaraz, Lambayeque, Lima, Tarapoto, Piura, Jaén, Chimbote y nuestro Chiclayo, la concurrencia a un evento literario no sólo es raleado –entre 10 a 40 personas, donde mucha veces, más gente recurrente son los anfitriones a participar o la familia o amigos que sólo hacen cumplidos de mortificada permanencia- cuando los convocados son locales, sino que el nivel de participación del público después de una intervención (poética-narrativa) es pasiva: limitándose a aplaudir –por habitual compromiso o costumbre o efectuar preguntas de respuesta obvia o descontextualizadas.
¿Por qué un estadio con equipos rivales clásicos, una discoteca con mucho trago y humo y chicas liberales, un multicine con película de estreno, una playa veraniega con muchas tangas o las cabinas de internet sin filtro antiporno, en un fin de semana, pueden estar plétoras de jóvenes, más no así un auditorio o aula con una actividad o velada literaria? ¿Es que la poesía o narrativa es algo aburrido, desfasado, anacrónico o una actividad trivial y nada enriquecedora y entretenida? Es evidente que el facilismo, el divertismo, el esparcimiento, la liberación de cualquier regla o canon para desatar pasiones y sentimientos corporales son mucho más fuertes que los intelectivos. Leer, escribir, tertuliar, debatir sobre cultura, política y pensar no está en juego entre los jóvenes en un fin de semana. Y si la asistencia a la escuela, colegio, instituto o universidad, el ingreso al aula o el cumplimiento de trabajos domiciliarios no fueran coercitivos y obligatorios, condicionados por notas o promoción de grado –al libre albedrío-, seguro que las instituciones educativas y las aulas estarían vacíos y el cumplimiento de trabajos sería mínimo.
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